Sobre la educación en el Perú

Éste artículo lo encontré en el blog de Gustavo Faverón el cual recomiendo leer, es un muy buen blog, si es que quieres enterarte de la realidad del Perú; existen muy buenos artículos y muy buenas críticas:


El único antídoto es la educación, pero la verdadera educación: el ejemplo de limpieza y de justicia horizontal en el trato cotidiano de los padres a todo el resto de los miembros de la sociedad, por ejemplo. La abolición de los mandiles blancos, los cuartos de la servidumbre, los baños para empleadas. Pero también la otra educación, la colegial, la escolar: la lectura. Porque nada de lo que estoy diciendo es algo que no se haya dicho ya desde hace décadas, desde hace un siglo. Nada de lo que estoy diciendo pasaría desapercibido para un chico inteligente que tuviera la oportunidad de leer en el colegio a Alegría, a Arguedas, a Mariátegui. Nada de lo que digo sería novedad para alguien que leyera, con la guía inteligente de un buen maestro, La casa verde, Conversación en La Catedral, La ciudad y los perros, Un mundo para Julius, Duque, Redoble por Rancas, Rosa Cuchillo, En octubre no hay milagros, Todas las sangres, El mundo es ancho y ajeno, El problema del indio, El sueño del pongo.

Por supuesto, como he dicho muchas veces, esa educación es hoy imposible en el Perú porque los programas de lectura escolar han sido puestos en manos de negociantes a los que les importa un bledo qué cosa leen los chicos, con tal de que cualquier cosa que lean se la compren a ellos. Y porque en el Perú la educación escolar está mayoritariamente en manos de profesores mal formados, sin instrumentos de trabajo, que viven poco menos que a salto de mata con salarios ínfimos y trabajan en la precariedad absoluta. Les quiero proponer un ejemplo que tal vez algunos de ustedes desconozcan pero que, a mi juicio, deja muy en claro cuán importante es cambiar la situación de los maestros de escuela.

Hay dos países en el mundo que según todas las estadísticas contemporáneas les han sacado una larga distancia al resto de las naciones del planeta en cuanto a los resultados que se obtienen en sus escuelas. Uno es Corea del Sur y el otro es Finlandia. Lo curioso es que sus sistemas educativos son enormemente opuestos: Corea del Sur es el país que exige a los escolares la más dura carga horaria y el mayor número de trabajos y horas extra: doce horas de escuela suele ser la media para cualquier estudiante de colegio, y normalmente todo el tiempo que les queda es el que necesitan para completar tareas adicionales. El sistema en Corea del Sur, entonces, puede ser visto como una exacerbación de los métodos tradicionales: clases en gran cantidad, muchas tareas, mucho repaso, mucha memoria, etc. Pero lo sorprendente es el caso finlandés.

Finlandia, el otro gran éxito educativo mundial, es el país que menos horas de clase exige y uno de los pocos en que el currículum de los cursos es mayoritariamente elegido por cada maestro, ajustándose a un mínimo de exigencias: unos pocos textos que son obligatorios y muchos textos que cada profesor de escuela elige; poco tiempo en el aula pero tiempo de gran calidad; pocas lecciones dictadas por el maestro pero mucha discusión, incluso en los años iniciales de la secundaria. ¿Cuál es el secreto para que tanta liberalidad dé resultados excepcionales? Lo que sucede es que en Finlandia el gobierno ha colocado estándares muy altos para los salarios de los maestros, lo que ha convertido automáticamente la profesión de maestro de escuela en la más buscada: las facultades de educación son las que más postulantes reciben y, en proporción, las que menos postulantes aceptan, de manera que la profesión se ha vuelto, relativamente en poco tiempo, increíblemente prestigiosa. La más prestigiosa del país.

Alguien que consigue un título de maestro encuentra trabajo y se trata de un trabajo excelentemente remunerado. Miles de personas que, en función de sus altas notas escolares, buscarían en otros países estudiar derecho o medicina o computación, en Finlandia buscan ser profesores de colegio. Esas mismas personas se vuelven modelos para sus alumnos, que quieren seguir sus pasos. El resultado es una sociedad reflexiva, pensante, cada vez más concentrada en su educación, donde casi todas las formas de prejuicio que lastran a otras sociedades han desaparecido. Adicionalmente, como prácticamente todos los maestros de escuela en Finlandia son excelentes profesionales, nadie tiene la necesidad de buscar colegios particulares caros, ni nadie siente que al no colocar a su hijo en un colegio particular le está quitando la posibilidad de una buena educación. Consecuencia: los colegios particulares han acabado por desaparecer y la educación se ha vuelto gratuita (quizá en el Perú se podría usar, más bien, un sistema de escalas de pagos, como los que tienen muchas universidades).

En el Perú, se ha tratado de exigir un mejor nivel de conocimiento a los profesores, lo que obviamente está bien, pero no se les ofrece ninguna recompensa significativa a cambio, más allá de la de poder mantener sus puestos de trabajo, con salarios que siguen siendo paupérrimos, y lo que se obtiene de todo eso es que los maestros, los mismos que tienen en sus manos la educación de nuestros niños, son vistos (en una sociedad donde la única medida del éxito es el éxito económico), como figuras deplorables, fracasos, contraejemplos, ejemplos de lo que un chico no quiere ser cuando sea grande. El caso finlandés es todo lo contrario: aprovechando de manera justa la realidad del sistema capitalista, del que difícilmente nos podemos librar, se ha hecho ver a los chicos que el puro conocimiento y la capacidad de transmitirlo son un camino válido para el reconocimiento social, que el saber en sí mismo es un valor y que el amor por el conocimiento lo es también, que ese valor es traducible en estatus y en prestigio, que un maestro es el eslabón crucial en la cadena de crecimiento cultural, social, político de un país.

Si quieres leer el artículo completo sigue el siguiente link: http://gustavofaveron.blogspot.com/2012/02/finlandia-y-el-hijo-de-celine.html

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